Por David Cacho
*No fue hace mucho tiempo; no hablaré aún.
No fue hace mucho tiempo
cuando los perros colgaron el músculo
temiendo su sombra,
no fue la sombra sino la carne, no fue la carne o la comisura;
el mundo es una esquirla de agua ungida en agua,
no fue hace mucho el agua mi nombre
ni la noche fueron los aullidos rotos, los espejos degradados
no desgarraron la lisura; todo es agua sujeta al polvo.
Por horas miré los cerezos
esparcidos por el brío de la distancia,
esperé a que una tarde
vinieras con los puños de ámbar
y dejaras que el niño que soy
recorriera una figura hirsuta
o una luz dibujada desde la antorcha.
No fue para bien lo indeleble:
hay manchas de hollín en el labio póstumo,
liquen filtrado en una arteria de sol.
Nuestras velas sepultaron lo invisible,
fue deber de la mano estar desnudos; no huyó la comisura,
todo es íntimo donde nunca habitamos
para quien mira al polvo deshacerse;
todo es polvo sujeto al polvo.
Sara tejió un ramillete de espinas,
quemados los pergaminos
no quedó el invierno ni la natividad.
No redimí laceraciones,
dejé las cicatrices para los próximos ayunos,
la voz dejé tatuada, la providencia dejé;
la música no fue hace mucho, el grito se fundó
en pos de los platos vacíos;
la música dejó la semilla labrada en la semilla
y al porvenir del árbol se le negó el Sol
para nacer una vez extinta el hambre;
no hay polvo llegado el tiempo
ni ruina desecha el ánima.
** Inmaculadas visiones prenden
en las vértebras solares, una imagen babélica
es una Torre esculpiendo un cuerpo.
Las brasas carcomen la carne,
una extremidad explica cada parte de un grano,
no hay grano de luz en la tempestad
pero sí aniversario
para las tumbas abiertas.
Nada, ningún rastro, ningún muro
es parte de las ruinas de ayer, la brasas arden
después del pentagrama, el pan y el vino
no son la única imagen divina.
América no era inventada,
todos los barcos esperaban su lluvia;
habrá que esperar la noche
e imaginar nuestro jardín.
***Has llegado con el andamiaje
de los pájaros en ti, estrellas
rodando como fútiles ventiscas,
llegado aún no has conseguido explicar
la flor por su tallo de flor
la luz por su rayo de éter,
el mar por su filtro de abismo —el mar por su filtro de luz—
nada para ti significa mi sangre
y yo tan anejo a las raíces matinales
hiendo mis poros en las ventanas
para hallar en el alba la revelación.
Han pasado setenta años:
las señales de humo
vuelven como llamaradas
para dejar inerte la tierra
a la que otros vendrán
a morir.
David Cacho (2000). Estudia el bachillerato, escribe poesía y cuento. Ganador de la décima entrega del certamen “Concurso Infantil y Juvenil de Cuento” organizado por el IEDF. Miembro del taller “poesía en la cornisa” organizado por Proyecto Literal e impartido por Manuel de J. Jiménez.