Por Álvaro Vallarta
Las manos son la metáfora del hombre
y el hombre es la metáfora de su trabajo.
La huella de una mano en una caverna
puede ser el tatuaje de una flor sangrienta.
También sembraron palabras
y recogieron ausencia.
Por mis manos hablará el pan de cada día,
pues uno es de la tierra o del aire que trabaja.
Manos de obrero, de campo, de artesano,
para este animal tan triste que es el hombre,
manos con su forma de estrella jubilada
y con sus líneas de tiempo sobre la carne.
Incapaces de aferrarse a lo que aman,
nuestras manos se astillaron con palabras
y labraron resignación de hombre
para aguantar la noche y la memoria.
Manos para el amor y sus oficios,
para tomar por la fuerza
lo que la soledad nos debe.
Y al cabo de oficios y de golpes,
hay una mujer que me espera en mi naufragio
cuando fatigado de ser hombre
me acuesto a pensar sobre los dones.
También para tu cuerpo son mis manos,
para tus rincones anochecidos en el fuego,
para la lumbre de tus sombras más humanas
y para el cauce de tus cielos húmedos.
Aprenderé a leer tu cuerpo con las manos
como hacen los ciegos con el libro de la noche
y trazaré con la errancia de mis dedos
cartografías misteriosas en tu espalda,
por no saberte amar de otra manera.
Al amanecer abro mis manos:
cuencos de barro cálido,
estrellas a flor de piel
o flores vencidas de ternura
como banderas de una tregua.
Ha quedado en la punta de mis dedos
el aroma turbio del fondo de tus aguas,
después de esculpir la caricia
mis manos vuelven a mí
con aires de despedida.
Y se cierran en silencio
para reincorporarse al mundo:
piedras, herramientas, pezuñas, armas.
Álvaro Vallarta (México, 2000). Actualmente estudia el bachillerato en la ENP 5 “José Vasconcelos”. En 2017 obtuvo el Primer lugar en los Concursos Interpreparatorianos en la modalidad de Poesía.
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