Por Érika Hernández
Lágrimas tenues, incesantes,
ramifican esta piel;
es ahí donde nace el mar,
en los ojos fríos, salitres.
Lágrimas opacas, lluviosas,
hacen añicos el silencio;
es ahí donde nace el mar,
con la inacabable mirada.
Lágrimas sacras, explosivas,
vierten palabras que callaron;
es ahí donde nace el mar,
con melancólica pupila.
Lágrimas labradas en tul,
tiñen de nieve mis pestañas;
es ahí donde nace el mar,
en diminuto parpadeo.
Érika Hernández Sánchez (1982, Ciudad de México). Cursó la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Twitter: @erika_autora