Por David Cacho
Temblaba el horizonte
cuando vi aquel lucero de estertor,
cuando la cálida banca
se había vuelto una roca pálida,
cuando mi piel se henchía
de zumo de paredes.
Los niños jugaban aquel día,
treinta y uno de octubre, un parque inmenso,
algunos poetas nacían
en el anonimato de un cuaderno.
Temblaba el horizonte
pero también morían personas
de forma absurda.
El caballo era caballo,
la manzana, manzana,
basta con caminar unos kilómetros
para que cada cosa
pueda salir del mismo abismo.
El caballo se hizo abono,
la manzana se hizo abono,
lo muerto es el abono de lo vivo.
He derramado una gota de agua en mi camisa,
ahora mi camisa está mojada,
un cuerpo es la suma de cada gota de agua.
Escucho cantar a los pájaros
creo que son trompetas o solamente pájaros,
cuando estoy solo
y el tiempo empieza a deleitarme
es cuando los pájaros son una orquesta.
Así fue mi mundo contigo:
una flor incandescente,
el delirio o la templanza.
*Texto extraído de Caminar el horizonte, el más reciente poemario del autor.
David Cacho (2000). Estudia el bachillerato, escribe poesía y cuento. Ganador de la décima entrega del certamen “Concurso Infantil y Juvenil de Cuento” organizado por el IEDF. Miembro del taller “poesía en la cornisa” organizado por Proyecto Literal e impartido por Manuel de J. Jiménez.