Por Majo Ramírez

Recuerdo que el poeta y editor Iván Cruz Osorio escribió sobre Roberto López Moreno —poeta, narrador, docente y periodista cultural— por sus 75 años: “Cuando él habla, no sólo escuchamos, despertamos”. Esa fue la impresión que quedó en mí tras leer los poemas de Del Rito a la Carne (Malpaís, 2021). Entregarse a este libro-arte es sumergirse a una experiencia interdisciplinaria donde la poesía, la danza y la fotografía convergen. Los versos del maestro López Moreno despiertan a la persona lectora al ritual de la danza, pues cada palabra es movimiento o retrato de una ondulación, un paso, un suceso. Tal vez la instantánea de un contorno, una línea, las formas mismas de la danza.

En algunos poemas se vislumbra nítidamente la acción sobre el escenario e icluso nos dan una idea del ritmo o la melodía, por ejemplo: 

La ecuación de los cuerpos nada certezas

En un océano plúrido de vidas

Curva la cintura si la mente

se da a la docta esencia de un Leonardo Velázquez

próspero en prismas

nítidos, néblinos, nítidos,

en el juego de las posibilidades.

Ecuación de los cuerpos

que cambian de espacios el espacio,

Leornardo pone el pie sobre el cimiento,

el bailarín del cimiento

se hace al aire (2021, p.61).

Además de hacer referencia a reconocidos compositores como Igor Stravinsky o Bach, López Moreno no pierde el tiempo para presentarnos a grandes figuras mexicanas como  el compositor Leonardo Velázquez, justo mencionado en el poema anterior, o las bailarinas Gloria Contreras y Guillermina Bravo (cruciales para la danza mexicana) (poema p. 59). En este volumen somos espectadores de una valoración del universo de la danza, del poder artístico de bailarinas y bailarines. Asimismo, el poeta reconoce la Creación de la que son capaces, así como el impuslo de una potente coreografía. 

Sobre el poder creativo, el poema de la página 60 nos presenta la figura del bailarín como mago (que a final de cuentas, se trata de un creador), tal vez un poeta que con sus elásticos movimientos siembra en el público imágenes, versos que se instalan en las profundidades de sus mentes:

Los bailarines son tan magos

que se han salido del sur del escenario

para dejarnos en las manos

un puñado de versos que nos danzan

en el centro de la frente

desde el sur de la mirada.

De pronto, poesía y danza son un mismo lenguaje: un poeta construye imágenes con palabras y ritmo; un bailarín crea y narra a partir de su única herramienta: el cuerpo en movimiento, dentro de un ritmo; y a los asistentes de ambos espectáculos, les corresponde el deleite de la imaginación. 

Danzan las palabras, los colores,

el amor con su función en celo,

la cadena erótica en el aire,

en el agua,

en la patria de las palpitaciones,

danza el amor como la lluvia danza […] (p. 81)

Así como López Moreno atrapa las imágenes de bailarines y coreografías, Ricardo G. Magaña capta en un instante parte de la historia narrada en la puesta en escena, la potencia de una mirada, la fuerza de un conjunto de cuerpos creando. Asimismo, las impresionantes fotografías son también valiosas por presentarnos vistazos a la historia de la danza mexicana. Asistimos a la memoria de compañías, bailarines y coreógrafos; de ahí que este volumen también incluya los créditos de las fotografías, para que no sólo nos dediquemos a interpretar poema e imagen, sino que sepamos quiénes son los  creadores presentados desde la lente de Magaña. 

Lo que sucede con Del Rito a la Carne es que no sabemos si es la fotografía la que ilustra el poema o es el poema el que interpreta la fotografía (¿o es la danza la que interpreta el poema?). A momentos parecen fundirse una en el otro, haber nacido justo al mismo tiempo para juntos ir de la mano. Ambos elementos le permiten a las y los lectores adentrarse a un triple encuentro artístico, donde confluyen tres disciplinas que se complementan y nutren entre sí. El libro en forma de álbum está editado en blanco y negro, lo que permite a los espectadores contemplar y adentrarse en toda la belleza de las imágenes.