Defensa personal femenina

Por Daniel Silva B.

No hay misterio que no se explique a través de una leyenda y Brigada roja, de Hiram Medina, relata el caso de la mujer que, harta de la opresión masculina, se rebela. Sin embargo, a diferencia de Nora en Casa de muñecas, los ideales no son la única arma de defensa. Si debe caer sangre, así será.

Un viejo sabio cuenta al espectador el preámbulo: en una región oriental ―Japón, China, da igual―, cuatro mujeres, víctimas de Kurama Tengu, el patriarca de la ciudad, y su ejército de hombres que tras saciar sus instintos sexuales las abandonan desahuciadas, acuden a un conocedor de las artes marciales  que las instruirá en la defensa personal. Así nace la Brigada Roja. Si bien el maestro les advierte de no usar la fuerza como medio de venganza, ellas argumentan la restitución (aunque no total) de su integridad y honor para motivar su lucha.

La obra transcurre en dos escenarios: un restaurante que sirve de cuartel a Usha, Ia, Cloe y Rinco, el lugar donde reciben la primera alerta de Kurama Tengu; y el castillo de este último, al cual la Brigada podrá acceder sólo si se enfrentan a la muralla de custodios que intentarán anular su objetivo.

Entre ambos escenarios se da una ruptura en la linealidad narrativa que muestra breves episodios ―carentes de melodrama ramplón― donde las integrantes de la Brigada se despojan de su fortaleza y rememoran el momento cumbre y macabro que las instó a darle un fin a su dolor, aun si éste conlleva violencia y sangre.

Brigada roja pretende instaurar un equilibrio entre hombre y mujer. Un hombre forma el temple de las mujeres, cuya aparente debilidad se va transformando en fortaleza cuando éstas se saben dueñas de una sensualidad ―sexualidad― rota que ahora defenderán a través de un único recurso: la rebeldía. La sensualidad emana desde el vestuario de las actrices que se baten cuerpo a cuerpo con sus contrincantes. Así se pretende demostrar que ni la mujer es objeto ni el hombre un todopoderoso. De igual forma, el oponente queda en el anonimato, sólo se impone a través de su voz, de su eco, sin dar la cara hasta el momento cumbre. Aunque el combate es corporal, también hay un duelo verbal, a veces matizado por uno que otro aforismo, sin ser grandilocuente y diálogos que sueltan de a poco la sed de venganza, dignos de un buen anime japonés de los noventa, del cual hay claras reminiscencias a lo largo de la puesta escénica.

Brigada roja forma parte del ciclo “Hecho en…”, encargado de traer a la Ciudad de México obras del interior de la república, y en este caso toca el turno a Tlaxcala. Bajo la dirección de Anabel Domínguez, el trabajo escénico de Andrómeda Mejía, Nidia Domínguez Díaz, Heimi Riguel, Michelle Temotzin, Russel Álvarez y Erick Barba no dejará a nadie indiferente, no sólo a los hombres, ya que no es una obra que pretenda aleccionarlos, sino a las mujeres también. Pues una revolución femenina no se hace poniéndose a la altura de los vicios masculinos, sino reflexionando sobre las armas que una mujer posee para utilizarlas en su día a día con violenta discreción.

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Brigada roja de Hiram Molina

Daniel Silva B. (México, DF., 1989). Egresado de la licenciatura en Creación Literaria del Centro de Cultura Casa Lamm. Amante de la buena prosa, enemigo a morir de todas las películas de Marvel y amante de los buenos melodramas.

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