Por David Cacho
Ya no pueden cantar los pájaros
en el tránsito de las ciudades,
ya no puedo escuchar tu ardiente entraña
ni oler el estro de tu vientre indomable.
Ya no pueden cantar los pájaros por la semilla.
Moribundo, en tu abismo de bestias agigantadas,
soñé al fin con tu cuerpo en la proximidad,
pero siempre fueron otros los espejos de mi carne,
siempre estuve destinado a estar ausente
al mirarme a los ojos sin mirarme las raíces,
al mirarme a los ojos sin tocarme la incisura,
al mirarme a los ojos sin sentir que sigues afuera
disfrutando de la brisa del verano.
Ya no pueden cantar los hombres
porque su canto ha sido la única semilla
desde el canto de los pájaros;
el día sucumbe como la fe ciega de mi pecho,
ya no puedo decir tu nombre
al mirarme con la espalda derrumbada.
Los pájaros se han ido,
el amanecer sigue temblando,
soy testigo de las grandes caídas,
esperar es cosa de la lluvia,
las nubes se mueven,
la marea avanza,
soy el fondo de estas aguas tumultuosas,
mar enfermo,
cielo enfermo,
pájaros que vuelan
hasta desaparecer.
*Texto extraído de Caminar el horizonte, el más reciente poemario del autor.
David Cacho (2000). Estudia el bachillerato, escribe poesía y cuento. Ganador de la décima entrega del certamen “Concurso Infantil y Juvenil de Cuento” organizado por el IEDF. Miembro del taller “poesía en la cornisa” organizado por Proyecto Literal e impartido por Manuel de J. Jiménez.