Por David Cacho
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Cada escama que abre la piel es un río
donde los días mutan en sueños.
Cada rama de la piel es el contacto secular:
saliva es fuego y grito ceniza. Todo en la medida exacta
termina por morir.
La noche ora en sus desproporciones
y se hace una niebla eterna
donde el mal recubre las paredes. Un camino se entrevé
donde las olas crecen
como el hombre a través del pergamino.
Gajos son las palabras:
revierten la mentira ajena
para seguir amando.
Gajos sol
Gajos de tierra
Gajos fruto
El ataire es otra puerta en la puerta,
cerca de un nido una cárcel se impone
y se llega de nuevo, –a la vez– hacia el origen,
de nuevo al final donde la lluvia nos revela
no la gota, no la sensación de agua
sino una certeza material: cuerpos.
El ataire es un marco que rodea la puerta,
atrás se esconde una pared sellada con los ojos,
detrás de los ojos el ataire es una puerta
antes de la puerta, de la noche, del signo.
Miro la piedra, el cubrecáliz,
el cuerpo, la piel,
la flor, el destello. Miro la noche usando un antifaz,
aquí todo es agua de invierno,
viento de marchitos rehiletes
que no volverá en un suspiro.
David Cacho (2000). Estudia el bachillerato, escribe poesía y cuento. Ganador de la décima entrega del certamen “Concurso Infantil y Juvenil de Cuento” organizado por el IEDF. Miembro del taller “poesía en la cornisa” organizado por Proyecto Literal e impartido por Manuel de J. Jiménez.