Por Andrés Torres
Vecindario
Mis deseos secretos
Los anhelos de mis padres
de los hermanos, de todos
colgaban en postes de alumbrado público.
Sin luz sin huida
la noche trepaba por el barrio:
el adobe, la lluvia que hacía
temblar a los muertos.
El día:
una maravilla los cristales rotos
la luz que se fragmentaba en cuatro direcciones
y sorprendía a madre en sus rituales diurnos,
las plegarias, las ganas de acabar con todo
con los deseos secretos
colgados del alumbrado público.
Envejecíamos sin tiempo
como las paredes destartaladas.
¡Ah, cómo pastábamos en el asfalto!
¡Qué resplandeciente la errancia!
Trepados en las azoteas,
nos reconocíamos por el pelaje,
por la mansedumbre de inclinar la mirada.
No era difícil hallar la casa:
su disposición a ser consumida,
su permanencia en las ruinas,
los deseos, los anhelos
¿no le digo?
Colgando impunemente
desde el alumbrado público.
Desengaño
He venido para enfrentar
mi cara perdida en los espejos
mis manos, las ruinas de mis manos
los pasos tambaleantes,
repitiéndose en los pasillos
donde dejé una vida que podía contar
y me gané estos años de errancia.
Ninguna casa fue tan grande:
escapaba el miedo por las ventanas
derrumbaba paredes el silencio
y después, el descrédito de los vecinos
la vergüenza generalizada de un barrio
poblado por animales
que no entienden de extranjerías,
de rostros deformes en botellas de vidrio.
Así que me dije:
es hora de retomar lo desandado
y me acerqué a la orilla de mí
(es duro contar las horas que tiene la tarde)
y coloqué un puente entre las manos por pura precaución
(es duro contar las horas que tiene la tarde)
y mis pies eran dos animales mansos
(es duro contar las horas que tiene la tarde)
y con la mirada solté todo el daño y el daño me soltó
(es duro contar las horas que tiene la tarde)
y caí preso y me volví para ver el engaño
(es duro contar las horas que tiene la tarde)
y con mi palabra hice un desierto para perderme
(es duro contar las horas que tiene la tarde)
y de tanto verso vi mi vida rompiéndose en un manto eléctrico
(es duro contar las horas)
y ya de amor, de odio, de indiferencia
vi mis ojos en otras miradas
(es duro)
y me desvisto y me rompo entero
y me desvisto y me rompo entero
y me desvisto y me rompo entero.
Andrés Torres. Nació el 11 de diciembre de 1992 en Tepalcatepec, Michoacán. En 2011 se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad Michoacana. Ha colaborado en publicaciones independientes y autogestivas, al igual que en diarios como El Sol de Morelia o Publímetro Michoacán, entre otros.