Por David Cacho
Ellos me leyeron en algún aparador de la calle
pero jamás dije nada de mi cuerpo
y fui invisible aunque tuviera herrumbre en las manos
oí su canto gutural hasta la piel
sabía del dolor de su silencio
les dije que se fueran de la colina
que había un camión que salía de la ciudad
para llegar a un desierto
ahora esa gente vive tranquila
y yo continúo sobre este frágil cordel
donde la vida ha pesado lo que la voz no ha dicho
donde la hierba sube
a enredarse en el cielorraso
ellos han dicho que nada los guió
que alguien cruzó la palestra arrastrando un cadáver
pero que eso fue todo
no se filtró la luz
y el aire mefítico no mató a los niños
que cargaban en la espalda
antes de empezar a vivir
yo les inscribí mi aliento
en la placenta
antes de que ellos tuvieran un lugar en mi cama
yo presté mi territorio para que nadie pagara aranceles
antes de carne les di mi alegría
y he vivido sobre visiones aparentes
me arrullo bajo esta noche mítica
he cortado las limas del jardín
para que todos recojan el cesto
cuando llegue la mañana
y acabe el insomnio
llego a mi cama este día sin un bocado
y veo en los periódicos
la misma noticia de un hombre
que le dio alimento a su pueblo
pero nadie tocó nunca a su puerta
hay una lámpara que no está encendida
no hay interruptores
ni fuego que cortara los tejidos
empieza
el día sigue estacionado entre arenales
se enciende la luz pero no baja al arroyo
donde nacen las palabras
que el mundo ha escuchado estos siglos
de aliento robado.
David Cacho (2000). Estudia el bachillerato, escribe poesía y cuento. Ganador de la décima entrega del certamen “Concurso Infantil y Juvenil de Cuento” organizado por el IEDF. Miembro del taller “poesía en la cornisa” organizado por Proyecto Literal e impartido por Manuel de J. Jiménez.